jueves, 7 de abril de 2011

Hasta donde llega el apoyo


Con motivo del reciente aniversario de la invasión a Malvinas y la situación en Libia, aquí una reflexión al respecto: ¿hasta qué punto debemos apoyar o no a gobiernos impopulares cuando éstos son acosados por el imperialismo?


La cosa en estos casos, con sus diferencias, es la siguiente: de un lado un gobierno anti-popular o dictatorial que por A o por B se encuentra enemistado con el imperialismo, que el día de ayer seguramente fue aliado suyo (o que incluso fue quien lo llevó al poder) y que desde esa posición tomó medidas en contra del pueblo. Ahora que sus aliados le soltaron la mano, ¿debemos ponernos de su lado para combatir a sus ex-protectores? Esa más o menos es la dicotomía que muchos tienen.

En este caso vamos a puntualizar en ataques externos, no en amenazas golpistas o elecciones. Directamente a amenazas o invasiones externas, o a guerras civiles donde uno de los bandos responde directamente a las potencias imperialistas.

Ejemplos de ésto hay cientos: el Ejército Rojo y el Ejército Imperial ante la invasión japonesa a China, los ataques de la OTAN en Yugoslavia o las invasiones a Irak y Afganistán, además de los ejemplos ya dados de Malvinas y hoy Libia, son sólo algunos.

Ante estas circunstancias nos tiene que quedar algo en claro: el imperialismo no pretende realmente acabar con las medidas antipopulares o represivas de esos gobiernos. Su interés no es la democracia ni defender a la gente inocente. Si así fuera no habrían sido aliados en el pasado.

El interés del imperialismo claramente es remplazar a ese Gobierno para imponer una pseudo-democracia (que seguramente irá a amnistiar o permitirle el exilio a aquellos que tenían el poder anteriormente) que sea tan sujeta como las gestiones anteriores. Con el aval de la comunidad internacional y la prensa consiguen que su "cruzada democrática" se lleve a cabo.

O si no, caso extremo (como el de los japoneses contra China), es una amenaza fascista y genocida.
En estos casos hay que tomar en cuenta una frase del General San Martín: "Seamos libres y lo demás no importa nada". En otras palabras, lo fundamental es proteger y resguardar la soberanía.

Los enemigos del Proceso no dejaron de serlo por oponerse a los ataques ingleses contra nuestros soldados en Malvinas. Mao no dejó de ser comunista por luchar al lado de las tropas imperiales para expulsar a los japoneses.

Y de la misma manera, defender hoy la integridad territorial de Libia no tiene nada que ver con defender o no a Gadafi. Los llamados "rebeldes" responden directamente al imperialismo, tienen contacto con el mismo y los han recibido con los brazos abiertos. Ellos no son una verdadera alternativa.

Lo correcto en este caso es posicionarse del lado de defender la soberanía y el respeto a la autodeterminación de los libios, y, le pese a quien le pese, quienes asumen ese rol son los seguidores de Gadafi. Y una vez la soberanía esté defendida y la amenaza externa se haya ido, ahí si, que se resuelvan los temas internos.

Eso no es traición ni tampoco venderse. Es simplemente utilizar una lucha popular (la patriótica) para poder demostrar poderío y, una vez terminada esa lucha, terminar de confirmar la independencia.

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